Tenemos miedo, un miedo ancestral.
Miedo a lo que digan y puedan pensar,miedo al que habla, al que escribe,
al que se atreve, al que grita, al que canta.
Un miedo paralizante y visceral
a que nos quiten lo que tenemos,
a lo nuevo, a caminar, a descubrir, a probar.
Miedo a admitir la evidencia,
a reconocer los errores, a disculparse,
a los argumentos, a que nos señalen y cuestionen;
miedo a reír, a pensar, a opinar y a luchar.
Miedo a saltar, a correr y a bailar;
miedo a la oscuridad, a soñar, a gozar;
al distinto, a debatir, a reflexionar.
Tenemos miedo, un ridículo miedo,
a abrir los ojos, a mirarnos al espejo,
a la báscula, los abrazos, las caricias y los besos.
Tenemos —y de eso se aprovechan—
un miedo irracional a la verdad.
Tenemos miedo, un vergonzoso miedo
a la libertad.
© Rafa Chevira
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