lunes, 15 de octubre de 2012

El Envidioso

 
Uno no sabe nunca dónde ni cuándo
va a encontrarse a su envidioso.
Puede ser tras una esquina (cualquier esquina),
tras una valla, tras un teclado,
en una cena o en un armario;
puede ser por la mañana o por la tarde,
un miércoles, un jueves o un sábado,
puede ser en primavera o en verano.

Nuestro envidioso puede ser cualquiera: no tiene un rostro definido.
Puede ser un perfecto desconocido, un compañero de trabajo,
un amigo, un vecino o un hermano;
puede ser alto o bajo, gordo o flaco,
puede ser rubio, moreno o con pelo cano;
empresario, currito, artista o cirujano.
Puede ser hombre o mujer,
español, ruso, chino o rumano.

Puede ser uno, pueden ser dos o pueden ser cientos,
pueden,  si se ponen de acuerdo, formar un ejército.
Da igual el lugar y el momento,
lo que hagas o hayas hecho; da igual que subas o bajes,
que vayas o vengas, da igual (incluso)
que estés sano o te estés muriendo,
de lo que no hay que tener duda, ninguna duda,
es que tu envidioso acabará apareciendo.


© Rafa Chevira

2 comentarios:

  1. Cada vez estoy más convencida de eso que dicen de la conexión de pensamientos, telepatía y como quieran llamarlo.¡En qué momento lo publicas, corazón, qué momento!.
    Hace poco, hace nada, he descubierto el mío/a como dices tú, cómo, dónde, en quien menos lo imaginaba y sobre y lo que es peor, sin entender el porqué. En realidad debo decir que no lo he visto hasta que no me lo han hecho ver. No até cabos antes porque no quería hacerlo, no hay más ciego que el que no quiere ver decía mi madre, exacto, yo no lo quería ver, supongo que no quería verlo para no descubrirlo porque me dolía hacerlo. Te leo y podría pensar que es digamos...normal, bueno, vale, pero me sigue doliendo.
    Lo has bordado, Rafa Chevira, besos.

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    1. A veces duele, sí, es cierto, pero hay que asumirlo: estos personajes nos vienen de serie. Lo bueno que tienen es que es muy facil librarse de ellos.

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