martes, 6 de diciembre de 2011

Chusco




Duro como el pan duro
Chusco sobrevive haciéndose evidente,
aunque sin duda preferiría
pasar inadvertido, vivir sencillamente
y poder ganar el tiempo
con algo divertido.


Tiene apenas doce años,
dos crios a su cargo,
alguna que otra brecha
y el pelo no muy largo.


Secuelas de miseria
le cruzan la cara,
el pecho literalmente embotado
y sus pequeñas manos,
envejecidas prematuramente,
dejan traslucir
siglos de dolor acumulado.


Así, con la desafiante naturalidad
de quien hubiera nacido para ello
o de quien lo hubiera aprendido por narices,
se planta ante ti.


Duro, sereno, como es él.
Y te mira. Chusco te mira;
con la clara e insultante mirada,
con la escalofriante certeza
de quien sabe que no harás nada.


Le tiendes una moneda
(no es cuestión de precio)
no has entendido nada.
Te devuelve el gesto
haciendo lo que tú has hecho;
te mira, se gira y
dándote la espalda,
te  devuelve el desprecio.


Chusco sabe que no harás nada.


"Que sirva de precedente" © Rafa Chevira  

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