miércoles, 11 de enero de 2017

Carta a un maltratador

 
 
 
 
 
Ya no sirven de nada
tus inquinas miradas,
tus insultos y gritos,
tus humillaciones y amenazas,
ni tampoco van a hacerlo
tus puñetazos y tus patadas.

Ya no saciará tu sed
ninguna lágrima más,
no impregnará tu aliento
mi espacio vital,
ni podrán tus golpes
hacerme temblar.

No volverán tus complejos
a imponerse por la fuerza
ni prohibirás absolutamente nada.
No conseguirán tus desprecios
ni tu arrogante ignorancia,
que me sienta avergonzada.

Hombre de pacotilla,
grotesco atorrante,
cuando despiertes de tu sueño,
de mi angustiosa pesadilla,
te darás cuenta, de repente,
que no significas nada.

Que el miedo y el odio
que brutalmente atesoras,
no lograrán su objetivo;
que tus tiránicas formas
y tus estúpidas normas,
no encontrarán su sitio.

Que no habrá más moratones,
más excusas, más perdones;
ni falsos arrepentimientos,
ni promesas baldías ni flores.
Que no podrás abusar de mi cuerpo,
ni hallarán cobijo tus lamentos.

Que no transmitirás tu inhumano legado,
que contigo se acaba el dolor y el espanto.
Que tus machistas y atroces certezas,
tu miserable y repugnante presencia,
desaparecerá sin dejar rastro
como hace el humo en la niebla.

Cuando despiertes, si es que lo consigues,
te darás cuenta, si es que eres capaz,
que tus humillaciones, tus desprecios,
tus gritos, tus golpes y silencios,
formarán parte únicamente
de tu mezquina e inerte realidad.

Que ya no podrás evitar
que brille el sol cada mañana,
que sus rayos estampen
la alegría en mi cara.
Que la vida me sonría
y yo, libre por fin, ría enamorada.

Rafa Chevira©

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